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La semana pasada (agosto del 2025) se celebró en la Universidad Francisco Marroquín (UFM) en Guatemala los 100 años del nacimiento de este prócer liberal guatemalteco Manuel Ayau Cordón (Muso), fundador del Centro de Estudios Económico Sociales (CEES) en 1959, la Universidad Francisco Marroquín en 1971, presidente de la Mont Pelerin Society en 1978-1980, parte del directorio de Liberty Fund y del Directorio de la Fundación para el Conocimiento económico, FEE por sus siglas en inglés. Incursionó en la política y tal como el le gustaba bromear, fue uno de sus errores, como candidato a Vicepresidente, y un largo etc. de cargos y actividades empresariales que desarrolló. Más allá de las altas posiciones alcanzadas, lo que destaca es su filosofía y defensa de la Libertad, en un país que a pesar de ser pequeño, contar con una historia política sumamente complicada y muy convulsa, siempre creyó en el poder de las ideas y el valor de la libertad para lograr el florecimiento humano de sus ciudadanos.

Su influencia no se limitó a Guatemala, se expandió más allá de sus fronteras, tanto por su participación activa en la Mont Pelerin Society, como por su participación en otros directorios de organizaciones como FEE y Liberty Fund, o su activa promoción de las ideas de la libertad a través de libros y conferencias. En un principio a través de un think tank o centro de estudios donde junto a amigos y quienes eran receptivos a sus ideas se reunían a discutir principios de economía y filosofía para crear una sociedad libre. Más tarde, cuando vio que no era suficiente, el Muso y el CEES promovieron la fundación de la Universidad Francisco Marroquín, que se ha convertido en un faro de ideas de la Libertad que a su vez inspira otros proyectos globalmente. Lo de faro no es una hipérbole pues atrae a muchos hispanoamericanos, españoles, estadounidenses y de otras partes del mundo que visitan y se sienten inspirados por el ambiente que se respira en su campus e inspiran nuevos proyectos o participan en sus actividades interesados por los principios de una sociedad libre. Esto a manera de explicación breve sobre quien era el “Muso” como cariñosamente le decían todos los que lo conocíamos.

Mas allá de sus grandes logros profesionales, quienes tuvimos la suerte de conocerlo o mejor aún estar cerca de él, por coincidencias de la vida, sentimos mucha gratitud por lo que hizo y el legado que nos dejó.

Pensando en que podría escribir, recordé este homenaje que le hice sobre mi relación con el durante mi juventud con ocasión de su fallecimiento el 4 de agosto del 2010, hace ya 15 años.

Pensé reeditarlo y compartirlo con motivo de esta celebración, pero poco es lo que podría añadir a esa reseña que hice en aquel momento apesadumbrado por su súbita ausencia. Sin embargo, esta vez con la ventaja del tiempo transcurrido desde aquel desafortunado pero inevitable suceso de nuestras vidas, me gustaría imaginarme, que si estuviera aún vivo o pudiera tal vez regresar y estar por unos días entre los vivos, se maravillaría ante los desarrollos tecnológicos que hemos experimentado en estos últimos 15 años. Una de las cosas que no dije en aquel comentario con ocasión de su fallecimiento es la fascinación que tenía Muso con la tecnología. Muy probablemente estaría interactuando con la inteligencia artificial (la UFM hizo un app de el) desde su teléfono si pudiera hacerlo. En aquella época en que lo conocí, a inicios de los noventas, siempre gustaba tener la tecnología mas de punta de aquella época. Uno de mis recuerdos iniciales después de graduarme (1995) y visitarlo era que usaba un Motorola Startac, un celular, que era el más compacto y avanzado en tiempos de teléfonos que parecían ladrillos.

Cuando llegaba mi padre de visita a Guatemala y lo llevaba a visitar a Muso en sus oficinas en Fabrigas, siempre tenía tarea para mí, pues quería que le explicara o ayudara con la última computadora que se había comprado y necesitaba configurar. La tarea me divertía pues muchas veces me permitía ver aparatos muy compactos o con las últimas versiones de programas que aún no estaban disponibles en Guatemala. Otras veces me sorprendía con sus ocurrencias, como llegar a su auto y nos causaba risa que apareciera conduciendo el carro con una peluca puesta. Decía que lo hacía por seguridad por la situación política de la época (1991-1992), sin embargo creo que más le gustaba bromear y sorprendernos de esa y otras maneras. Tenía un espíritu bromista y un joie de vivre que lo acompañaba todo el tiempo.

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Ya avanzado en edad una de las últimas veces que lo visité para un evento en la Universidad, cuando no vivía en Guatemala, no recuerdo bien si andaba con un collarín o un cabestrillo pues había tenido un accidente aéreo. Al preguntarle por el accidente comentaba, muerto de risa, que era por que se había estrellado en un helicóptero pequeño que había estado aprendiendo a pilotar. Pese a sus 70 y tantos años que habrá tenido cuando le ocurrió dicho accidente, tenía una curiosidad infinita y una capacidad de aprender cosas nuevas e igual se reía de lo que le pasaba, a pesar de que probablemente a su familia no le hacía mucha gracia estas aventuras.

Muso siempre confió en el poder de la innovación, de la empresarialidad y la capacidad del ser humano de encontrar soluciones a los problemas, siempre y cuando se lo permitiesen. No era solo un teórico del capitalismo y del sistema de libre mercado como herramienta para alcanzar el florecimiento humano, sino que también lo vivía, lo experimentaba y lo disfrutaba. Si la solución no estaba permitida, luchaba con tesón para obtenerla, como cuando logró, contra todo pronóstico, que aprobaran legalmente la Universidad Francisco Marroquin, en una época en la cual no solo la universidad estatal estuvo en contra, si no que otras universidades privadas ya existentes se opusieron a su aprobación legal.

A Muso también le sorprendería, de podernos acompañar, estas discusiones bizantinas sobre los aranceles pero no perdería la esperanza. En vida publicó un libro sobre las ventajas comparativas De Robinson Crusoe a Viernes donde argumentaba cómo la ley de asociación, de David Ricardo, explica el surgimiento de la sociedad, la división del trabajo y el intercambio voluntario. Muy seguramente ya habría escrito algo o reeditado dicho libro, para estas épocas para tratar de aclarar esta insidiosa confusión del proteccionismo, una vez más, como lo hizo a lo largo de su vida, ideas que de tiempo en tiempo asoman testarudamente y tratan de reimponerse.

Muso no solo hablaba y ponderaba las virtudes del libre mercado y la sociedad libre, si no que hacía grandes esfuerzos por simplificar lo más posible temas complejos y abstractos para que fueran claros, fáciles de entender y siempre lo hacía con un gran sentido del humor.

Fui testigo de este esfuerzo por ser claro que hacía en lo que escribía y cuando daba clases, como cuando invitaba a algún reputado profesor extranjero, a su mesa en la casa familiar con sus hijos, esposa e invitados y se ponía manos a la obra a preguntar y escuchar como el alumno más aplicado de la clase a pedir explicación y entender los temas que estaba exponiendo esa semana el invitado.

Su esposa Olga García (bello el tributo que le rinde Armando de la Torre), es fundamental para entender a Muso, pues era parte de estas tertulias y estos esfuerzos. Tal como dice el repetido dicho, detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, ella era una excelente anfitriona que no solo complementaba la imagen de Muso, si no que brillaba con luz propia por su calidez humana e inteligencia (Ver este video de ella en el minuto 17:08). A Olga la pude ver por última vez en el 2018 en que pudo conocer a mi esposa, también llamada Olga, coincidencia que Muso encontraba divertida y con sorna le decía a Olga, su esposa, cuando le comenté que me había casado, “este nombre no me voy a olvidar”. Mi último encuentro con Olga (2018), unos años después de que Muso había partido, fue algo que me dio gran satisfacción, pues fue en un evento de la Mont Pelerin en Canarias, y mi esposa pudo conocerla en profundidad e interactuar con ella a lo largo de la semana. Después de conocerla entendió por que hablaba tanto de ella y saber de la suerte que había tenido de contar con su amistad.

Por esto y muchas cosas más estoy eternamente agradecido con Muso, Olga y su familia, nos acogieron a mi y a mi familia en su hogar y nos permitieron ser parte de este mundo que es la UFM, de conocer el movimiento liberal en el que he participado, desde varias iniciativas intelectuales de juventud, Atlas Network por 23 años y actualmente en Archbridge Institute.

Mi experiencia personal no es única, ni privilegiada, los Ayau siempre tuvieron puertas abiertas con muchísima gente que los recuerda con nostalgia, y tal como lo eran en privado, lo eran con aquellos quienes se les acercaban, los conocían y entraban en su órbita, ellos fueron siempre muy generosos con todos.

Un gran brindis por los 100 años de Muso Ayau y todo su gran legado intelectual y humano.

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