Leviatan, gasto y endeudamiento

La inutilidad de las herramientas de política monetaria y fiscal

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Portada del libro Leviathan, por Abraham Bosse. La frase latina que aparece en la parte superior ("Non est potestas super terram quae comparetur ei", que se puede traducir como "No hay poder sobre la Tierra que se le compare") es una cita del Libro de Job

¿Es el gasto del gobierno necesario para que un país crezca? Es el dilema permanente de la política cuando analizamos la economía. Aquellos a la izquierda del espectro político insisten en el rol del gobierno, del Leviatán benévolo como agente de crecimiento. La evidencia demuestra lo contrario. Ha habido cortos periodos de tiempo que, gracias a algún boom de materias primas, el gobierno ha podido generar un aparente crecimiento económico por el control absoluto que tiene sobre un recurso o su estatización. Cuando este auge de demanda de materias primas inevitablemente termina, lo único que queda atrás es desperdicio, falta de productividad y muchas veces una obesa y excesiva burocracia que se reúsa a desaparecer. No importa la falta de recursos para pagar las cuentas básicas de la empresa estatal, el gobierno termina recurriendo a impuestos adicionales a los ciudadanos para lograr mantener las luces prendidas de estas organizaciones ineficientes que se niegan a desaparecer.

Dependiendo de la capacidad económica del país que sostiene estos elefantes, las empresas estatales simple y llanamente terminan succionando recursos públicos y privados vía impuestos por prolongados periodos de tiempo. Cuando no son suficientes, el gobierno recurre a otras medidas que tarde o temprano destruyen las economías locales y la riqueza de sus ciudadanos, no importa que tan poderoso y rico sea el país.

Cuando el sector privado fracasa, los empresarios que toman malas decisiones de inversión tienen que declararse en la quiebra y liquidar los activos lo más pronto posible, para tratar de recuperar las pérdidas y devolver el dinero a los acreedores o a los accionistas. El sector privado, en ausencia de ayuda del gobierno o privilegios especiales, tiene mejores incentivos para solucionar los problemas que ocasiona al equivocarse en sus decisiones operativas. Es preferible una economía que opere mayormente desde el sector privado y no desde el sector público. Las economías que operan mayormente desde el ámbito privado no solo operan más eficientemente gracias a la competencia que hay entre las empresas por ganarse a los clientes, sino que cuando fracasan los recursos se liberan rápido y cuestan menos estos fracasos a la comunidad.

El problema va más allá sobre qué modelo es más efectivo para lograr eficiencias y generar riqueza. Un gobierno que gasta demasiado o se endeuda para mantener ese ritmo de gasto, inevitablemente termina arrastrando la economía del país. Ese gasto o endeudamiento requiere de impuestos adicionales para poder financiarse, lo cual afecta a los ciudadanos que pagan esos impuestos, o cuando este dinero no es suficiente, se acude a la máquina de imprimir dinero o la emisión de deuda. Esto ocasiona problemas para quienes gobiernan a futuro y obliga a imponer medidas de austeridad para pagar o tratar de reducir los gastos.

En Estados Unidos hay una regla fiscal que se tiene que cumplir cada año desde 1939 que haría mucho bien a muchos otros países del resto del mundo. El presupuesto que un gobierno necesita para operar tiene que ser aprobado por el congreso y tiene que estar financiado o cubierto con suficientes ingresos y no superar un determinado techo de deuda. En la última década, esta regla de buenas finanzas públicas se ha venido ignorando en Estados Unidos. El gobierno contribuye al desbalance incluyendo partidas de gastos de los congresistas que la aprueban para permitir presupuestos desbalanceados o peor aun aumentando el techo de la deuda, 103 veces desde que se estableció, es decir se permite al gobierno endeudarse aún más a cambio de votos para su aprobación. Los niveles de deuda en Estados Unidos están más altos que nunca, 36 trillones (americanos) a la fecha, de un techo original de 39 billones en 1939. En otros países de la región, como Perú y Chile (acá un excelente análisis de su efectividad y complicaciones por parte de Libertad y Desarrollo, un think tank chileno) hay reglas fiscales que se cumplen con mayor o menor éxito. Lo importante es que estas reglas se cumplan a rajatabla y no sean objeto de cláusulas de escape o triquiñuelas legales o peor aún la descarada subasta de beneficios para lograr su aprobación por parte del congreso y evitar su cumplimiento.

Estados Unidos no es el único país del mundo con este problema, hay países en peores condiciones, sin límites de endeudamiento, pero esto es un consuelo de tontos, que otros están peor que uno. Esta situación a nivel internacional solo es posible mediante la acción coordinada de los bancos centrales y las tesorerías de los gobiernos. Estos han actuado de manera irresponsable, manipulando la cantidad de dinero disponible en el mercado y tratando de mantener la paridad cambiaria entre las diferentes monedas del mundo, para que nadie se dé cuenta de la excesiva emisión monetaria. Los bancos centrales compran entre ellos bonos del tesoro o del gobierno de otros países y a su vez otros países hacen lo mismo para evitar que el engaño grotesco de la emisión monetaria no sea tan visible. Cuando hay crisis de confianza en los mercados estos países actúan como prestamistas de última instancia para otros bancos centrales para evitar corridas bancarias o caída de países que han actuado de manera irresponsable. Sucedió en la crisis inmobiliaria del 2008 (EE. UU., Grecia, España), pero también más recientemente cuando los países tratan de coordinar tasas de interés o bonos que tienen como respaldo de sus monedas ante el excesivo endeudamiento y deficit global de la última década. La noticia de cuando escribo este comentario es la posible crisis en Japón por su excesivo endeudamiento por encima del 200% del PIB, en una economía estancada desde hace décadas pero que aparentemente no colapsaba, gracias a su buena fama. Ya veremos si es rescatada por otras grandes economías para evitar el “riesgo sistémico” el contagio y la desconfianza de otras economías.

¿Qué hacer ante escenarios de manipulación monetaria transnacionales y evitar el engaño monetario? Hay que considerar formas alternativas de dinero que no sean manipulables, como el uso de metales preciosos, el oro, la plata o la verdadera competencia de monedas. La manipulación monetaria también sucede por la alteración de las tasas de interés a través de la colocación de bonos soberanos o del tesoro por parte de los gobiernos. En el largo plazo sería importante que los ciudadanos demandaran que los gobiernos no puedan ser capaces de endeudarse, ni colocar bonos de deuda que manipulan la cantidad de crédito que existe en el mercado. Esta sería la conclusión lógica ante la posibilidad de manipular los mercados a través del uso de estos instrumentos monetarios. Un gobierno solo debería de poder gastar lo que recauda y no debería de tener la capacidad de endeudamiento pues significa tomar decisiones sobre el futuro, que es algo para lo cual los políticos de hoy no deberían de estar en capacidad de hacer, arruinar el futuro de un país y la capacidad de operar de generaciones futuras.

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Solo con mayor disciplina fiscal y monetaria, menor regulación, un país o una región como Madrid, por ejemplo, ha podido crecer cuando el resto del país se estancaba por su excesiva regulación y sus malas políticas. El desorden fiscal o monetario solo genera un aparente crecimiento económico por periodos de tiempo cortos. Ecuador ya vivió esto por un lustro entre el 2009 y el 2014 con la bonanza de los precios del petróleo. Lo mismo pasó con Bolivia con la bonanza de los precios del gas a principios de este siglo, el resultado siempre es el mismo, gobiernos que despilfarran los grandes ingresos y terminan más endeudados y peor que cuando iniciaron pues todo se lo gastó el gobierno. La economía real, la de la gente de a pie, en la calle, solo mira con nostalgia el espejismo del aparente crecimiento económico despilfarrado por el gobierno. Si nos remontamos en la historia lo veremos desde los romanos, hasta el gran imperio español, que nos unía, que tarde o temprano sucumbió por este excesivo gasto y endeudamiento sin control.

Si en vez de haber desperdiciado estos recursos, hubieran aprovechado los políticos esta lotería de fondos para sanear las finanzas públicas y abrir sus mercados internos al mundo para que su economía interna florezca, tal vez cuando llegara el colapso del boom de las materias primas estos países habrían tenido un sector privado fuerte y diversificado que podría haber sostenido la economía de estos países de otras maneras y sin despilfarro. Pero creer que esto es posible es una contradicción, pues es la naturaleza misma de los políticos y los burócratas no mirar al futuro, más bien se pasan viendo como ganan la próxima elección y mantienen sus puestos en el gobierno, mantienen el crecimiento del sector público como si no hubiera mañana, y el pan y el circo que lo paguen las generaciones futuras.

Debería de estar prohibido el endeudamiento del gobierno, de cualquier tipo y las finanzas públicas deberían de estar equilibradas por decreto, sin deficits. No solo eso, se deberían de dar incentivos para bajar el gasto total del gobierno como porcentaje del PIB de un país y el político o burócrata que no cumpla con esta disposición debería de verse imposibilitado de seguir participando en la política del país. Solo así, los ciudadanos mejorarán sus niveles de vida y lograrán el florecimiento humano, y no solo será para los burócratas y los políticos, que con desvergüenza endeudan y empeñan el futuro de sus ciudadanos, para lograr sus objetivos políticos, de poder y enriquecimiento. Esto último es corrupción igual o peor que el robo abierto y descarado de los fondos públicos, y como tal debería de estar penado por la ley.

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