Ecuador ha entrado por vigésima primera vez a discutir sobre la necesidad de organizar una convención constitucional. Para que esto suceda primero tiene que ser aprobada dicha exploración mediante una consulta popular que se está organizando en estos momentos, auspiciada por el Presidente Daniel Noboa para el domingo 16 de Noviembre de 2025. De aprobarse esta nueva convención constitucional tendrá que haber una segunda votación para elegir a los constituyentes que la van a redactar y luego una tercera consulta o referéndum para aprobarla. Como se puede intuir será un largo proceso que puede durar mínimo un año, solamente considerando los tiempos que toma organizar cada proceso eleccionario, la correspondiente campaña y por supuesto las respectivas consultas para organizar el siguiente paso después de cada elección. Dado que Daniel Noboa recién empieza su periodo presidencial, es probable que este proceso dure una buena parte de su periodo.

No debería de haber sido así, parte de la abundancia de constituciones que tiene Ecuador es esa idea de que la constitución, y todas las anteriores que la han antecedido, son un reflejo de las necesidades del gobernante, y no un reflejo de las garantías y derechos de los ciudadanos y como estos se pueden proteger del poder del gobierno. Es un proceso que con el tiempo se ha empeorado, introduciendo derechos muy prescriptivos y no generales, como el derecho a la vivienda, la salud, la educación, en vez del derecho a la propiedad que debería de ser bastante simple de implementar y ejecutar. La adición de tanto derecho requiere una infraestructura de gobierno para llevarlos a cabo que no existe y aún de existir, costaría muchísimo. Eso dejando de lado que tanto derecho lo único que hace es diluir el principal derecho que tenemos todos los ciudadanos a nuestra vida, nuestra libertad y nuestra propiedad. En este sentido, el gobierno es bastante incompetente e incapaz de cumplir con toda esa retahíla de derechos que la constitución vigente en Ecuador otorga. Se confundió en la constitución anterior y en menor grado en las que la antecedieron, en creer que la constitución era un plan de gobierno, para ejercer el poder mucho tiempo después de haberlo dejado, por parte del gobernante de turno que tuvo la genial idea de tener una constitución a la medida.

En el resto de la América Hispana los ecuatorianos no son los peores, en este aspecto, hay países como Venezuela (26) y Haití (23) que lo superan. Lo que demuestra es que tanta constitución lo único que ha logrado es empobrecerlos y son de hecho de los países más caóticos de la región. Eso si, sus constituciones son un largo prolegómeno de virtudes, derechos, fantasías políticas, y lirismos que sus sabiondas élites políticas quisieron dejar por escrito, sin resultado absoluto alguno para el bienestar y el florecimiento humano de estos países.

Las constituciones, regresando a lo fundamental, deberían de ser documentos básicos, sencillos, que de la manera menos legalista, con lenguaje bastante coloquial y entendible para cualquier persona común y corriente, sin necesidad de tener un título de Doctor en Leyes, indiquen que cosas, necesariamente el gobierno puede hacer. La soberanía y todos los demás poderes para la convivencia pacífica en sociedad reside en sus ciudadanos, por lo tanto la constitución debería de reglamentar solamente aquellas cosas que el gobierno puede hacer. Por lo tanto, es innecesario estar reglamentando tanto derecho y normando nuestra vida pública y cívica de manera tan rígida, como lo podría hacer la convención constitucional, como se lo ha hecho en muchos países hispanoamericanos. Si hay algo adicional que normar o reglamentar, esto debería pertenecer a otros códigos legales existentes, como el código penal, el código civil, y así por el estilo que podrían ser modificados, de ser necesario por los legisladores, durante sus periodos legislativos, o por parte de las decisiones judiciales que los jueces tomen cuando dirimen problemas legales.

De esta manera, cambiando lo que se ha hecho con las constituciones en Ecuador, de convertir a la constitución en una larga lista de buenas intenciones y quien sabe cuantas modas se le ocurran a los constituyentes del momento, sospecho que no habría esta práctica, ya bastante común por parte de los Ecuatorianos, de llamar a una asamblea constituyente cada vez que hay un cambio de tendencia política. Si fuera hecho de esta manera, podríamos ahorrarnos el costo y el drama político que implica hacer un ejercicio de esta magnitud, que no va en absoluto a cambiar nada para bien al día siguiente de ser aprobada, a pesar de estar tan recargada de tanto derecho y garantía. Si la constitución es muy prescriptiva, nacerá impracticable y muerta desde un comienzo. En el peor de los casos será una nueva carta de la esclavitud, como se la llamó a la constitución ecuatoriana de 1843, impuesta por Juan José Flores en su segundo mandato, reemplazada por la de 1845, cuando fue derrocado Flores el 6 de Marzo del mismo año, la famosa revolución Marcista, por marzo, no por Marxistas que no existían en esa época.

Sería mejor tener una constitución, no más larga que la primera página de un medio impreso standard (11x17), en letra extra grande, para que lo lean todos, que explique como se elige a sus autoridades (Presidente, Congresistas, alcaldes), división de poderes para evitar abusos de uno u otro poder, quienes son los ecuatorianos (todos los nacidos en el territorio y quienes quieran serlo), y donde unica y exclusivamente el estado tiene poder de acción(seguridad, justicia), pero que podría ser delegado, si es que sus ciudadanos así lo decidieran de mutuo acuerdo . Todo lo que no está reglamentado no puede hacer el estado, en vez de lo que normalmente han hecho las constituciones anteriores, al decir explícitamente o implícitamente, que solo se puede hacer lo que nos autoriza la constitución.

Este último cambio sería revolucionario, nos quitaría de encima la camisa de fuerza en el que se ha convertido el gobierno, el estado, y sus instituciones que no dejan, innovar o crear cosas nuevas por esa manía que tenemos en Hispanoamérica, de buscar regulaciones o permisos para hacer algo. Es así como gracias a este tipo de mentalidad regulatoria, Ecuador y gran parte de Hispanoamérica se está perdiendo la revolución en IA, y quien sabe que otras innovaciones, pues no está regulada según las normas de nuestros países, o existen prohibiciones en hacer importaciones de equipos, maquinaria o para hacer gastos de capital que simple y sencillamente hacen imposible hacer inversiones millonarias, necesarias para lograr desarrollar estas tecnologías. Para cuando nuestros gobiernos se den cuenta del potencial que representa la IA y traten de crear legislación para permitirla y fomentarla, será tarde e insuficiente. Una vez más, nuestros países llegarán tarde a la fiesta, como siempre lo han hecho en otras áreas. Hoy ya no estamos a la cola en penetración del internet, pero cuánto perdimos por llegar tarde y no innovar desde el comienzo. Imposible saberlo, pero seguro es un costo de oportunidad perdido que nunca sabremos cuanto afectó o afectará nuestro florecimiento humano presente y futuro.

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