Mientras Israel intensifica su ofensiva en Gaza y continúa expandiendo asentamientos en Cisjordania, su imagen internacional se desploma. El Global Soft Power Index 2025 confirma un golpe histórico: Israel ha caído 42 puestos en el indicador de reputación en apenas un año, la mayor caída jamás registrada en este ranking. Una sacudida que refleja hasta qué punto la opinión pública mundial se está volviendo en su contra.

Fuente: Brand Directory, 2025
Las encuestas lo corroboran. Según el Pew Research Center, en 24 países encuestados este verano, un 62% de los ciudadanos tiene una opinión negativa de Israel. En Europa Occidental el rechazo supera ese porcentaje y llega incluso al 75% en España o el 78% en Holanda. Solo un puñado de países, como India o Kenia, mantienen un saldo positivo.
Ante esta ola de deslegitimación, el gobierno de Benjamín Netanyahu ha desplegado dos estrategias paralelas: una campaña digital sin precedentes —incluido el relanzamiento del programa Voices of Israel, con más de ocho millones de dólares destinados a moldear la narrativa pública en Estados Unidos— y una renovada apuesta por el poder blando: cooperación, diplomacia y vínculos culturales para ganar apoyos estratégicos en distintas regiones del mundo.
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En Iberoamérica, Argentina se ha convertido en uno de los epicentros de ese despliegue. Este mismo verano, el presidente Javier Milei se convirtió en el primer jefe de Estado y la primera persona no judía en recibir el premio Génesis —conocido como el “Nobel judío”—.
El Premio Génesis es un premio anual de un millón de dólares que honra a personas judías vivas que han alcanzado renombre internacional en sus campos profesionales elegidos, están orgullosas de su herencia judía, se preocupan por el futuro del pueblo judío y del Estado de Israel e inspiran a los jóvenes a hacer del mundo un lugar mejor.
Milei anunció que destinará el millón de dólares del galardón a apoyar a la organización American Friends of Isaac Accords, una iniciativa sin ánimo de lucro inspirada en los Acuerdos de Abraham y orientada a fomentar la cooperación diplomática, económica y cultural entre Israel y países clave de Iberoamérica.
El gesto no es aislado: sintoniza con el alineamiento ideológico de Milei y refuerza una relación histórica marcada por la presencia de la comunidad judía más numerosa de la región, así como por el papel de instituciones como la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que han sido durante décadas nodos centrales en la proyección cultural y política de Israel en el país. Este entramado institucional, sumado al peso simbólico del premio, consolida a Argentina como un socio estratégico en la región y como una plataforma privilegiada para el despliegue del poder blando israelí.
Junto con Argentina, el otro país iberoamericano que se ha posicionado de forma clara del lado israelí es Paraguay. Con la llegada de Santiago Peña a la presidencia, en diciembre de 2024 el país reabrió su embajada en Jerusalén. Este gesto diplomático, cargado de simbolismo, no ha sido el único ni el primero. Paraguay fue uno de los primeros países de la región en reconocer a Israel (en 1948), y llegó a tener su embajada en Jerusalén ya en 1967. Además, durante décadas ha recibido asistencia técnica y agrícola de la agencia de cooperación israelí, MASHAV, consolidando una relación de confianza que explica la solidez del vínculo actual.
President Santiago Pen^a of Paraguay speaking about his support of the state of Israel.
— #Sam Kermanian (#@samkermanian)
12:05 AM • Sep 11, 2025
En Iberoamérica el rechazo hacia Israel no es tan intenso como en Europa, En gran medida, esto se explica porque la región tiene un menor vínculo histórico directo con el Holocausto o con el Mandato británico en Palestina, hechos que en Europa siguen influyendo en la memoria colectiva y en el marco normativo con el que se analiza el conflicto. Además, los medios latinoamericanos suelen dar menor cobertura sistemática a la cuestión palestino-israelí que los europeos, lo que hace que la relación con Israel se interprete más en términos de alianzas políticas contemporáneas que de memoria histórica. De hecho, de los 33 votos a favor del plan de participación de Palestina de la ONU (1947), y por tanto, de la creación del Estado de Israel, 13 fueron de países iberoamericanos.
Sin embargo, Israel ha cultivado una red de vínculos sostenida en la región. Desde los años 60 hasta los 90, muchos gobiernos vieron en el país judío un socio militar, y más tarde uno tecnológico y agrícola. Hoy los lazos se expresan en proyectos de cooperación hídrica, sanitaria y agrícola impulsados por MASHAV, pero también en acuerdos comerciales: Israel mantiene tratados de libre comercio con México (2000), MERCOSUR (2011), Colombia y Panamá (2020) y Guatemala (2024).
El factor religioso también ha sido determinante. En países como Guatemala y Honduras, el peso de las iglesias evangélicas —que defienden a Israel como parte de una narrativa bíblica— están muy presentes, ha impulsado decisiones como el traslado de embajadas a Jerusalén. En Brasil, la bancada evangélica refuerza el apoyo, incluso cuando Lula ha adoptado un tono crítico. Y en El Salvador, Nayib Bukele —de origen palestino— ha condenado a Hamás con una dureza que conecta con su discurso contra las maras, hallando eco en sectores conservadores y evangélicos.
Guatemala se ha convertido en el caso emblemático del poder blando israelí en Iberoamérica, por su historial de decisiones simbólicas y su recepción constante de cooperación bilateral. Ya en 1956, se adelantó al resto de América Latina como el primer país en abrir una embajada en Jerusalén. Años después, en 2018, el gobierno de Jimmy Morales trasladó oficialmente la misión diplomática a Jerusalén —convirtiéndose en el segundo país en hacerlo tras Estados Unidos—. Ese mismo año, el país recibió apoyó israelí (equipos de rescate y viviendas temporales para los afectados) ante la devastadora erupción del Volcán de Fuego. En 2020 designó a Hezbolá como organización terrorista. Y el país centroamericano recibe cooperación israelí en sectores tan importantes como la agricultura, la salud o la educación.
La ofensiva israelí en Gaza tras los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 ha tensado las relaciones con varios países de la región. Aludiendo a las muertes de civiles y a la crisis humanitaria en Gaza (impedimentos a la llegada de ayuda, falta de suministros esenciales, etc.) Bolivia ha roto las relaciones diplomáticas con Israel, Brasil, Chile y Colombia han retirado a sus embajadores, además, Colombia también ha suspendido la compra de armas, y México se ha sumado al caso de Sudáfrica contra el país judío en la Corte Internacional de Justicia.
El caso chileno merece mención aparte: la diáspora palestina en Chile, de casi medio millón de personas —la mayor fuera del mundo árabe—, ha influido notablemente en la posición de Santiago.
A pesar de este escenario, Argentina, Paraguay y, en menor medida, Guatemala se han mantenido firmes en su alineamiento con Israel. Y no siempre bajo gobiernos de derechas: históricamente, Israel también ha cooperado con administraciones de izquierda, como los proyectos de gestión de agua durante el kirchnerismo en Argentina o la cooperación agrícola que continúa bajo el gobierno progresista de Bernardo Arévalo en Guatemala.
Ni siquiera los tratados de libre comercio se han visto afectados. Y aunque Arévalo amagó con revertir el traslado de la embajada guatemalteca de Tel Aviv a Jerusalén, no ha dado ningún paso en esa dirección.
En definitiva, Iberoamérica es parte del tablero donde Israel intenta sostener su poder blando, mientras su imagen global se derrumba.
*Irune Ariño, analista política y conductora del podcast Puente Atlántico.
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