¿El fin del libre comercio?

La globalización y sus detractores.

Retrato de Jean Baptiste Colbert por Philippe de Champaigne - Metropolitan Museum of Art, online collection (The Met object ID 435886), Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1353933

Las noticias de los últimos días no son nada alentadoras, parecería que la era de la globalización y el libre comercio está llegando a su fin. No porque ha fallado si no porque el presidente de Estados Unidos tiene una aversión patológica al libre comercio entre las naciones. Algo repetido por múltiples personas cercanas a su círculo y clips de entrevistas antiguas del presidente es que siempre ha estado en contra del libre comercio, y más bien su visión es que cree en el éxito americano basado en la producción industrial local y en una visión de que hay que atesorar más lo interno que lo externo. Nada diferente de lo que decían los mercantilistas del siglo XVII, y su máxima expresión, el ministro Jean Baptiste Colbert (no Steven Colbert el comediante americano).

Colbert, fue ministro de Luis XIV, el famoso rey sol que decía “L'État, c'est moi”, “el estado soy yo” en español. Las ideas de Colbert fueron las que hicieron del mercantilismo una doctrina económica. Dicha doctrina pregonaba la importancia del comercio exterior para el desarrollo de un país, este comercio siempre debía tener una balanza comercial positiva para que el país se enriqueciera. En esta visión, las importaciones siempre tienen que ser menores que las exportaciones. Creía que, si bien la industria y el comercio eran importantes para el desarrollo de un país, esta tenía que ser dirigida para servir los fines del gobernante y el estado. Es decir hablaba de la importancia de la política industrial para el gobierno. Craso error, pues el estado al tomar decisiones sobre que bienes hay que producir, acarreaba con toda la perdida de sus malas decisiones y tenía que asumir las perdidas si había obligado a los comerciantes a invertir en bienes que luego no eran demandados. No solo el modelo de desarrollo de proteccionismo, sustitución de importaciones y dirigismo económico era equivocado si no que tampoco tenía mayor control con el gasto público. La corte francesa de la época se caracterizaba por llevar un tren de gastos exagerado y vivia enfrascado en guerras interminables. Los Borbones que gobernaron España despues de la guerra de sucesión (1700 - 1715), tambien eran seguidores de dicha doctrina mercantilista, que existía en España desde la época medieval, y por lo tanto hicieron lo mismo con los virreinatos en las Américas. Tampoco hay que olvidar que el primer Borbón que gobernó España, Felipe V era nieto de Luis XIV y para acceder al trono español tuvo que renunciar a heredar el trono francés en caso de que no hubiera herederos.

La doctrina del mercantilismo fue denunciada por Adam Smith, en la Riqueza de las naciones y comenzó a ser ignorada a raíz de que Inglaterra, a inicios del Siglo XIX, decide eliminar las tarifas del maíz, (the corn laws) que protegían a la industria local de granos (trigo, cebada) de la competencia extranjera. El maíz originario de las américas, al igual que la papa (patatas) empezó a comercializarse en Inglaterra y al ser mucho más barato que los granos locales, ocasionó que el gobierno inglés impusiera barreras comerciales entre 1815 y 1846 a la importación de granos, para proteger a los productores de granos locales. Thomas Malthus, economista que ya tratamos anteriormente cuando se habló sobre sus descabelladas teorías sobre el crecimiento poblacional y la aparente escasez de recursos, decía que era peligroso que Inglaterra por una cuestión de seguridad nacional dependiera del grano importado. A este se le oponía otro economista reconocido, que también hemos mencionado, David Ricardo que hablaba sobre la teoría de las ventajas comparativas y la importancia en el comercio internacional de que los países con mayor ventaja competitiva comerciaran con aquellos que tenían menos ventajas. Al final del día el producto combinado de ambos era superior a que si no se competía o se limitaba el comercio entre ambos. Las tarifas del maiz fueron eliminadas en 1846 y el comercio mundial y la industrialización que vivió Occidente, a finales del Siglo XIX, tuvo su gran impulso con estas reformas que abrieron el comercio, y fueron el comienzo de la era de mayor prosperidad que ha vivido la humanidad.

Como se puede ver estas discusiones sobre las ventajas del libre comercio o el mercantilismo, son antiguas. Las mismas discusiones sobre la importancia de la seguridad nacional o sobre el empobrecimiento de la población por culpa del libre comercio, también lo son. En el caso del libre comercio, como factor para el empobrecimiento de la población, por culpa del desplazamiento de la producción local a lugares más eficientes, tampoco es nueva. Frederic Bastiat, mediante el uso de la sátira, nos cuenta sobre la historia de una petición que hacen los fabricantes de velas al gobierno para proteger a su industria. Dicha petición pide el cierre de toda fuente luminosa que atente contra su producto, que son las velas. Tal es su deseo de protección, que llegan al colmo de solicitar al gobierno que se prohiba el sol. Es un absurdo, pero ilustra la posición que a veces los productores toman, cuando piden al gobierno que los proteja. Es notable que precisamente la industria de las velas de la historia de Bastiat, gracias a la invención de la electricidad desapareció casi por completo en los inicios del siglo XX y si sobrevive en pleno siglo XXI, es por su uso para fines religiosos o decorativos.

Desde un punto de vista más práctico, el libre comercio si ha afectado a muchas comunidades que antiguamente vivían dedicadas a producir bienes localmente. No menos cierto es que la pregunta que deberíamos estarnos haciendo no es como regresamos el reloj en el tiempo, sino más bien cuestionarnos, que fue lo que falló en el actual régimen que evitó que esas comunidades se reinventaran y encontraran formas alternativas para obtener su sustento o para lograr el florecimiento humano. Si escarbamos un poco, en muchos casos veremos que, si bien la globalización y el libre comercio introdujeron cambios significativos, las regulaciones locales como los permisos, zonificación, u otra clase de leyes laborales o comerciales, fueron las que evitaron que se dieran los ajustes necesarios, para que estas comunidades, florecieran nuevamente ante el cambio que trajo el libre comercio. Dudo mucho que estas comunidades habrían estado contentas con pagar más por lo que consumían a cambio de seguir haciendo lo mismo que se venía haciendo en sus comunidades desde antes de la revolución industrial. Eso es el mundo, constante cambio, los negocios que son rentables hoy, mañana no lo son, la gente se mueve y emigra, es la historia de la civilización. Pretender hacer lo mismo y tener a la comunidad en una suerte de estasis es un sin sentido.

Llama la atención, en estos días, ver los partidos políticos o los políticos más extraños a favor del libre comercio o en contra de este. Más allá de la retórica la realidad se impone y ahi tenemos a la presidenta de México tratando de ser la voz razonable en este problema de los aranceles. Muchos críticos actuales insisten que el libre comercio es lo peor que le pudo pasar a Estados Unidos, sin embargo, cabe preguntarse si habría sido posible el desarrollo tecnológico que vivimos y que empezó en 1980 y que todavía nos sorprende, en un ambiente proteccionista, sin libre comercio y dirigido por una política industrial. Hay otros que dicen que todo es parte de un plan más grande para lograr un nuevo orden mundial y que el comercio sea más equitativo entre las naciones. Estoy de acuerdo que el libre comercio, con tratados voluminosos, complicados y con cientos de restricciones o excepciones, a veces no parece libre comercio, pero la solución no es unilateralmente empezar una guerra comercial con todo el mundo. Tampoco hay que dinamitar todo el sistema de libre comercio y amenazar con tarifas leoninas para buscar que los interesados se sienten a conversar. Hubiera sido más fácil, si lo que se buscaba era eso, entrar a ver qué es lo que ha tenido a Estados Unidos estancado en términos de regulaciones y comerciar aún más, abrir más el mercado y eliminar las trabas al comercio que mantienen a las comunidades afectadas empobrecidas.

La solución por supuesto es difícil de visualizar en estos momentos, dado los pasos ya tomados y nadie sabe en qué va a terminar esta subida arancelaria. Veo cuatro caminos que los países van a tomar para resolver esta amenaza tarifaria. La primera que sería la más rápida y lógica, es que, ante la caída en la bolsa y el disparate económico que está sucediendo, que el presidente de marcha atrás ante la fuerza de los hechos y que esto sea solo un patinazo en su política económica. Una segunda alternativa sería que como algunos de los asesores del presidente han anunciado, muchos países han corrido a ofrecer sentarse a negociar y eliminar barreras. Ir de un sistema de reglas e instituciones a un sistema de tratados bilaterales. Si bien esto suena mejor, que lo que se tenía antes, un sistema que daba muchas excepciones a los países en desarrollo o con particularidades, sería altamente ineficiente y prolongado ir negociando con cada país. Una tercera alternativa sería ir a una guerra comercial total en la cual todos amenazan o imponen tarifas. Esto empobrecería a todos los que se enganchen en este conflicto, incluido Estados Unidos. Es cierto que Estados Unidos tiene todas las de ganar por el tamaño y la riqueza de su mercado, pero el caos que esto causaría tarde o temprano resultaría en una reducción y empobrecimiento del mercado en general de todos los involucrados. No hay que olvidar que al contrario de lo que insisten en decir los proteccionistas, que el costo es para el país que exporta, los aranceles los pagan los consumidores finales. Esto quiere decir, menos dinero en el bolsillo de los mismos americanos. Una cuarta alternativa y algunos países ya han tomado esta opción, al reconocer la imposibilidad de contrarrestar las tarifas contra los Estados Unidos es que mantengan sus puertas abiertas, sin retaliaciones. Esto que parece una capitulación, tal vez es la mejor política. Siempre habrán mercados para los productos y si un país cierra sus puertas, siempre habrá otro que las abra. La clave está en brindar el mejor producto, al mejor precio, y sin subsidios. Mi madre gustaba decirme en mi adolescencia, a los locos se los deja hablar y a los burros rebuznar, tu sigue tu camino. De la misma manera, hay que seguir buscando ser el mejor, siendo el más eficiente y ofreciendo el mejor precio. Hay que abrir las economías y demostrar al mundo que el desarrollo y el florecimiento humano llegan solo en base al trabajo, la innovación y la competencia. Las regulaciones, los impuestos y las tarifas solo logran ineficiencia y pobreza en quienes equivocadamente toman ese rumbo.

Que tan bien cocinado estuvo este resumen semanal

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