Una de las discusiones recientes ha sido el tema de la cancelación de todos aquellos que creen en valores más tradicionales, que son parte de la generación X (1965 - 1980), o la anterior los baby boomers (1946 - 1964). Estas generaciones son consideradas por las nuevas generaciones como anticuadas o pasadas de moda. El hecho de que el mundo avanza tecnológicamente a pasos agigantados parece validar que estas generaciones, entre los que me incluyo, pueden parecer ser más estorbo que ayuda, al no entender las nuevas formas de interacción a través de redes sociales, la falta de una actitud moral más laxa o más libre, o simple y sencillamente el hecho de que los cambios culturales y tecnológicos, desafían la capacidad de los que somos mayores, para entender el impacto que pueden tener nuestros comentarios, formas de ser, en los más jóvenes.
La generación más joven, los Millennials o los Z, son considerados más frágiles e hipersensibles a comentarios que pueden sonar fuerte o frontales, de aquellos que presentan un punto de vista diferente o disonante, para aquella generación. Hay que reconocer que si algo tiene de beneficioso esta nueva generación es que no tiene miedo, para hablar de sus sentimientos, sus deseos y que están más dispuestos a desafiar las normas culturales vigentes. Ser joven y ser desafiante es algo importante para el desarrollo y la evolución de una sociedad. Cuando se es joven, es cuando todas las posibilidades están abiertas y hay que tomarlas, el costo de hacerlo es muy bajo y no hay mayores responsabilidades que lo impidan. Siempre está la posibilidad, en la juventud de tomar decisiones arriesgadas o equivocadas, y corregir el curso. Es un lujo que las generaciones mayores no pueden darse, porque malas decisiones o tomadas a la ligereza pueden representar consecuencias que afectan no solo al individuo, si no a la familia que uno puede estar llevando responsablemente, independientemente si es un hombre o una mujer.
Dejando de lado estas diferencias generacionales, de las que se hace mucho ruido, pero que no pasan de ser apreciaciones de cómo se reacciona frente al cambio, de acuerdo con la edad que uno puede tener, vemos que la mayoría de los ciudadanos americanos, sin distinción de edad, creen en ciertos valores comunes en Estados Unidos. Según un comentario publicado en Real Clear Politics de Clay Routledge del Archbridge Institute:
…sin excepción de posición demográfica el 75% de las personas encuestadas cree en el liderazgo global de los Estados Unidos, 76% demuestran el énfasis en el optimismo y las posibilidades, el 78% en el liderazgo en los logros comerciales y el 78% creen en la primacía del país para cambiar las cosas. Más aún el 84% consideran el avance científico clave para el avance social y económico del mundo.
Más aún, a pesar de que son universales estas apreciaciones en los Estados Unidos, no quiere decir de que haya diferencias por inclinación política o de acuerdo con la edad de los encuestados. Sin embargo, como concluye Routledge en su comentario, los factores comunes terminan siendo mayoritarios frente a las diferencias, a pesar de que todo puede parecer que está muy mal, es cierto que los ciudadanos de Estados Unidos tienen una visión optimista del sueño americano.
Ante esto cabe preguntarse entonces, qué está pasando en Estados Unidos, donde comentábamos la semana pasada, la intolerancia parecería que está acabando con la libertad de expresión. Es importante considerar que, si bien estos crímenes de intolerancia política parecerían ser lo único que pasa en estos tiempos, estos no dejan de ser excepciones en un ambiente en el cual los derechos de expresión son fuertemente protegidos por la constitución de este país. Es por eso por lo que lo que pasó la semana pasada ha sido sumamente sorprendente, aterrador y doloroso, pues dentro de la retórica de extremos en la que estamos inmersos, via redes sociales o medios de comunicación tradicionales, no es usual que la gente muera tiroteada en la calle por expresar una opinión divergente. Nos puede molestar mucho las opiniones contrarias y es algo que, lamentablemente, se ve exagerado por el enorme impacto que tienen las redes al llegarnos las noticias directamente, sin filtros, algo que antes no pasaba cuando los medios de comunicación eran un cuello de botella que filtraba todo lo que fuera exagerado, a menos que uno estuviera buscando, a propósito, la prensa amarillista.
En estas épocas de redes sociales es importante que aprendamos a tener una visión crítica de todo lo que vemos, pues no todo lo que sale en línea, es cierto, ni todo lo que, en su apuro por competir con las redes sociales, los medios de comunicación nos informan. Esto no es un problema exclusivo de alguna generación en particular, los mayores tienen dificultad en comprender que es hecho con inteligencia artificial o es cierto, y los más jóvenes tienen poca capacidad para comprender, que los videos o comentarios en redes a veces son tergiversados, parciales e incompletos. Más que nada, sucede por el problema que imponen las plataformas, a explicar todo en no más de 280 caracteres, o videos de pocos segundos o minutos, para seguir haciendo doomscrolling (perder el tiempo como tonto viendo video tras video por horas) y ver el siguiente video gracioso o serio que aparece en nuestro feed. La única solución es salir de ese ciclo de video tras video, o tweet tras tweet, leer un poco más y ver las cosas completas tratando de comprender, en el caso de los mayores lo mismo, pero haciendo énfasis en que, no todo por más realista que se vea, sea cierto. La irreflexión de tanto pensamiento twitteado, de frase suelta en redes o foto de Instagram o el de la inteligencia artificial, que promete ser una gran herramienta, para resumir y comprender la información, tienen el problema de toda herramienta que pueden ser usadas con buenos o con malos motivos.
¿Estaremos condenados a ser fácilmente manipulables por las redes y los medios tradicionales en estos tiempos? Ciertamente es una posibilidad, sin embargo, creo que conforme vamos enfrentando estos problemas también iremos descubriendo, cómo somos manipulados y cómo evitarlo. No es necesario ir tan atrás en el tiempo para darnos cuenta, por ejemplo, a mediados de la década pasada, todos nos escandalizamos por las manipulaciones que se hacían en los algoritmos de Facebook o Twitter (X Ahora), de acuerdo con las preferencias políticas de sus dueños. Eso dio paso a reingenierías totales de estos algoritmos, en algunos casos como el de Twitter, a la compra de este por parte de alguien que consideraba demasiado importante esta plataforma, como para que fuera manipulada por cierto sector político. Más aún, estos cambios de propietario han alentado a la aparición de plataformas alternativas (Bluesky), que compiten y están más enfocados en quienes se sientan excluidos del antiguo X. Tambien han aparecido plataformas como Substack, que apelan al primer problema que mencionaba, gente que busca menos doomscrolling y lecturas más largas y profundas. No es la única plataforma que existe, ni la primera, ha habido otras en el pasado como Blogger, que fue muy popular a inicios de los años 2000 hasta la aparición de plataformas de microblogging como X, o Facebook. No hay nada radicalmente nuevo bajo el sol, pero si hay opciones o ha habido opciones, para precisamente buscar expresarse, informarse y compartir con el público en general lo que uno piensa.
¿Qué nos queda entonces por hacer, ante lo que vimos la semana pasada, con el bestial y desagradable asesinato de Charlie Kirk? Ante todo, tolerancia por el que piensa diferente, proteger el derecho de expresión de los demás aún si estamos en desacuerdo con sus ideas. Esto tiene un límite y es por supuesto cuando lo que se piensa atenta contra el estado de derecho, la vida o la libertad de otros. En otras palabras, si alguien se ríe de la muerte de alguien, o públicamente pide la muerte de alguien, es intolerable y no está protegido por el derecho de expresión, es denigrante y atenta contra la estructura de una sociedad. Esto si es un problema relativamente moderno, con la aparición de tantas alternativas de expresión se ha hecho común tolerar lo intolerable. Gente que grita, que lo que uno dice ofende a los demás y por lo tanto merece uno ser silenciado, excluido o cancelado. Si bien no es ilegal dejar de hablar con alguien, o excluir a alguien, con el que no se está de acuerdo, es imposible cuando se convierte este derecho individual, que tenemos todos a hacerlo con lo que no nos gusta, en un derecho social a ser linchado por una mayoría, cancelado mediáticamente. Se vuelve imposible hablar en público sin temor a ser atacado o doxeado, peor aún, silenciado sin juicio alguno de por medio, o respeto de sus derechos civiles como el derecho a un juicio, o a la defensa.
Tambien en el discurso social es importante mantener el respeto a los demás como seres humanos con dignidad, pero eso no les da el derecho a terceros a obligarnos a adoptar un cierto lenguaje o a forzarnos a negar la realidad de lo que uno está viendo. Este es el otro gran problema en el cual se ha trastocado la tolerancia por la coerción a adoptar ciertos lenguajes, porque el que lo escucha, se siente ofendido. El respeto a un tercero no niega la capacidad que puede tener uno a decir las cosas tal cual las entiende y las ve. Sí al respeto, más no a la manipulación de la realidad a través del lenguaje. Algo que se ha vuelto común, sobre todo en las instituciones de educación superior, es eso, el supuesto derecho que tienen los más jóvenes a no ser confrontados con ideas diferentes, o cancelar profesores que puedan tener punto de vista diferentes. Eso no es libertad de expresión, es precisamente lo contrario, censura disfrazada de indignación moral por el que piensa diferente. Si quienes van a la Universidad son protegidos constantemente de puntos de vista diferentes, entonces cómo vamos a educar en pensamiento crítico a los más jóvenes. Es ahi cuando la universidad pierde su esencia y se convierte en una fábrica de adoctrinamiento.
Esto que pasa en las universidades americanas no es un fenómeno nuevo, es algo que ya tiene tiempo sucediendo, y no es tampoco exclusivo de Estados Unidos. Una de las razones por la que muchos huyen y huyeron de la educación universitaria en Hispanoamérica, fue precisamente lo que vemos hoy en la Universidad americana, la destrucción de la educación por parte de ideologías marxistas, teorías de luchas de clases, cancelaciones. La Universidad americana prometía por lo menos en las ciencias naturales y las carreras técnicas, educación, excelencia, competitividad y no adoctrinamiento. Lamentablemente el fenómeno que pasó en nuestra región Hispanoamericana y en Europa en los 60’s, ha llegado a Estados Unidos y el resultado está a la vista.
Este problema no implica que sea un proceso irreversible, pero requiere que el estado, el principal financista de todas estas aventuras ideológicas, salga de la educación, (y de otras áreas) para que las universidades dejen de adoctrinar y vuelvan a educar. Ya lo dije anteriormente en mi comentario sobre las universidades.
El problema no se resuelva imponiendo agendas o promoviendo ideas contrarias por parte del gobierno de turno, si está al otro lado del péndulo político. O haciendo llamamientos a la cancelación por parte de quienes en el pasado han sido cancelados, como en el más reciente caso, Jimmy Kimmel esta semana, que ha dicho en el pasado cosas deplorables, o ha llamado a la cancelación de otros. Es reprochable la actitud de quienes en el pasado exigían la cancelación, que ahora encontrándose en la misma posición de ser cancelados sean incapaces de tener cierta introspección y no darse cuenta de hasta qué punto han contribuido a ser víctimas precisamente por sus acciones pasadas.
La solución siempre se dará cuando busquemos alternativas privadas a la educación de nuestros hijos, protestemos que el estado use nuestros impuestos para financiar la educación o peor aún permitamos que imponga currículos educativos “oficiales”. No es un problema de quien está en el gobierno, sino que se usen nuestros impuestos para financiar utopías de género, arcaicas, de lucha de clases o paraísos terrenales que no existen.
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